Atendemos a los niños en el Sistema de Justicia de Menores

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No hay duda de que, para los adolescentes que terminan del lado equivocado de la justicia, ser condenados a detención de menores es un destino indeseable. Pero en la correccional de menores del Condado de Santa Clara, por lo menos hay un resquicio de esperanza: una oportunidad para que los adolescentes reciban atención a sus necesidades médicas, dentales y de salud mental, en algunos casos por primera vez.

El Dr. Arash Anoshiravani, profesor clínico asistente de medicina del adolescente en la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford, es el director médico de la clínica de atención primaria en la correccional de menores del Condado de Santa Clara, en donde ve a pacientes de 13 a 19 años de edad, tres veces a la semana. Describe la clínica como un «híbrido de pacientes hospitalizados y ambulatorios»: una clínica ambulatoria integrada en la instalación en la que los reclusos son como pacientes ambulatorios, aunque no están ahí por razones médicas.

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En un día normal, entre las 8:30 a. m. y las 5:00 p. m., Anoshiravani y su equipo de tres enfermeras y por lo menos un doctor en formación ven entre 15 y 30 pacientes, de los cuales del 80 al 90 por ciento son hombres. Hay una enfermera allí mismo las 24 horas del día. Anoshiravani se siente orgulloso de que, de los 52 centros de detención de California, el de Santa Clara «tiene suficiente personal y está muy bien financiado por el condado. «No tenemos problemas para darle a los niños la atención médica que necesitan».

Eso es importante porque, aunque las necesidades médicas de los pacientes en un centro de detención de menores son categóricamente las mismas que las de otros adolescentes, esas necesidades son más extremas, en gran medida porque los adolescentes en un centro de detención de menores no han recibido la atención adecuada antes de llegar ahí. «Si corren alto riesgo de desarrollar infecciones transmitidas sexualmente, pueden llegar con una infección. Algunos tienen asma que nunca ha sido tratado. Revisamos a los niños en clínicas de adolescentes normales para determinar la existencia de las mismas afecciones, solo que aparecen con menos frecuencia y cuando surgen, son menos graves».

Además de tratar enfermedades de rutina, el personal clínico pone miles de vacunas a los adolescentes cada año, los revisa para determinar si tienen enfermedades transmitidas sexualmente y las trata, remite a los pacientes a salud reproductiva para necesidades como anticonceptivos y un dentista que está programado para ir a la clínica un día a la semana proporciona servicios dentales ahí mismo. También hay psiquiatra en el equipo médico todos los días.

Los adolescentes en el centro de detención de menores necesitan, más que nada, comenta Anoshiravani, apoyo para su salud mental, un problema particularmente grave debido al alto grado de trauma no tratado que sufren estos adolescentes cuando llegan. El Centro Nacional de Salud Mental y Justicia para Menores informa que hasta el 50 por ciento de los adolescentes en el sistema de justicia de menores sufren de trastorno causado por el estrés postraumático —una tasa superior a la de sus compañeros que no están detenidos— en donde más del 90 por ciento de los detenidos han experimentado al menos un incidente traumático. Y las tasas son aún más altas para las niñas.

«Es simplemente una constante aquí», comenta Anoshiravani. «La mayoría de estos niños han tenido vidas traumatizantes, y la mayoría de las veces no es su culpa. Se oye hablar de niños cuyos padres han sido asesinados, cuyo hermano recibió un disparo enfrente de su casa, niños que han sido violados. Y muy pocos de estos niños han sido enviados en la comunidad a los servicios de salud mental que necesitan. Eso se vuelve una parte importante de lo que es nuestra práctica principal, conseguirles ese apoyo».

Debido al estigma relacionado con enfermedades mentales, muchos de estos adolescentes no quieren hablar directamente con un psicólogo o con un psiquiatra al principio. «Dicen ‘No, no, estoy bien, no necesito ayuda’, porque la gente pensará que están locos si van con un psiquiatra. Pero cuando hablan con un médico de cabecera, no tenemos el mismo estigma. A nosotros nos revelan bastante información sobre lo que pasa en sus vidas, y luego los podemos remitir según sea necesario para ayudarles a elegir hablar con alguien y recibir la terapia para que traten su PTSD o depresión».

La clínica médica en la correccional de menores es parte del Santa Clara Valley Medical Center, un gran hospital comunitario y clínicas que dan atención a aproximadamente 300 000 adultos y niños cada año. El Santa Clara Valley Medical Center también ha sido uno de los principales sitios de capacitación para los estudiantes, internos, residentes y becarios de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford desde 1972. La correccional de menores del Condado de Santa Clara incluye a aprendices médicos de Stanford como parte de su personal: un estudiante médico puede pasar un mes en la clínica como parte de su rotación de pediatría; un residente de pediatría puede venir a hacer su rotación de medicina del adolescente; y un becario de medicina del adolescente puede pasar un día a la semana o al mes en la clínica como parte de su capacitación especializada.

El poder atender a pacientes que no han sido vistos por muchos médicos antes, a veces por ninguno, y en algunos casos ser el primer doctor en diagnosticar una afección que no se conocía, o ayudar a los niños a que reciban la medicina o la asesoría que necesitan, o a conectarlos con un especialista, puede ser una experiencia transformativa para los doctores que se están capacitando, sin mencionar lo beneficioso e incluso transformador que es para los niños que están tratando.

«Las experiencias de capacitación médica en zonas de alto impacto, tanto si se trata de salir del país o de trabajar en hospitales públicos o zonas de bajos ingresos, son increíbles oportunidades de aprendizaje así como de servicio», comenta Anoshiravani, quien fue asignado a una rotación de un mes en la correccional de menores del Condado de Los Angeles cuando era alumno de la Escuela Médica de Harvard en 1998. «Las personas que ves de verdad te necesitan, y esa puede ser una motivación y una herramienta de aprendizaje muy poderosas. Al mismo tiempo, tener experiencias con un amplio abanico de población de pacientes en verdad amplía la opinión del mundo de los pasantes así como la manera en la que pueden interactuar y mostrar respeto a culturas y poblaciones distintas. Desde el punto de vista educativo, es muy útil».

Atender a niños en la correccional de menores tiene un desafío adicional que también enseña a los pasantes la importancia del cuidado personal. «Es un trabajo emocionalmente desgastante», comenta Anoshiravani. «Los niños que atiendes han tenido vidas horribles y se enfrentan a circunstancias horribles, y eso desgasta mucho». Anoshiravani trabaja en un campus de Stanford dos días a la semana haciendo trabajo de investigación y defensa. «Me da la oportunidad de pensar de una manera distinta y reconsiderar mis ideas».

Los proyectos pasados de Anoshiravani incluyen un estudio sobre los beneficios para la salud para permitir a jóvenes de alto riesgo que se encuentran en el sistema de justicia de menores acceso a sus expedientes médicos electrónicos. Además, realizó un estudio cualitativo en el que un estudiante médico entrevistaba a niñas adolescentes explotadas sexualmente sobre la naturaleza de sus experiencias para identificar de una mejor manera sus necesidades de atención. (Por lo menos del 10 al 20 por ciento de las niñas en un correccional de menores revelan factores de riesgo asociados con la explotación o el tráfico sexual, aunque estén detenidas por otros cargos.)

Los estudios que actualmente tiene en marcha, junto con el Dr. Paul Wise, profesor Richard E. Behrman en salud infantil de Stanford, examina los resultados de salud, como las causas de hospitalización y tasas de mortalidad, de los adolescentes implicados en el sistema de justicia de menores en California.

«La mayoría de las personas no se dan cuenta que el 99 por ciento de los niños que pasan por la correccional de menores terminan de nuevo en la comunidad», comenta Anoshiravani. «Así que el problema en realidad es definir cómo quiere que vuelvan. ¿Quiere que vuelvan más estropeados? o ¿quiere que vuelvan con capacidades y con un sentido de la compasión, sanos y con la capacidad de participar en la sociedad?

La dedicación de Anoshiravani a sus pacientes es su respuesta. Él opina que proporcionar atención médica a los niños en la correccional de menores es un paso indispensable en la dirección correcta. «Vemos muchos casos en los que una afección médica no diagnosticada puede ser un factor que contribuye a problemas de comportamiento», comenta. «Entre más aprovechemos la oportunidad de mejorar las vidas de los niños cuando están aquí en la correccional de menores, más podemos ayudar a mejorar sus oportunidades de éxito cuando salgan».

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