Todos queremos vivir una vida menos estresante y más saludable y seguimos ejemplos sobre cómo lograr esos objetivos del excedente de recursos que ofrece las claves para una vida mejor. Los mensajes que nos instan a comer bien, dormir bien, hacer ejercicio con prudencia y reducir el estrés están en cada recodo, deslice y clic de nuestra vida cotidiana. Para algunos, estos mensajes inspiran introspección y reevaluación de sus estilos de vida, que a menudo resulta en decisiones sobre los cambios que quisieran hacer. Sin embargo, estas resoluciones positivas podrían tener consecuencias imprevistas en la vida familiar. Parece contradictorio: ¿cómo puede ser que los esfuerzos para hacer cambios positivos en el estilo de vida resulten en efectos no deseados? La mayor parte de estos efectos imprevistos tiene que ver con lo que los niños perciben y entienden de los nuevos comportamientos de sus padres y de los cambios en casa.
Sabemos que los niños le dan sentido al mundo no solo de los mensajes que reciben directamente de sus padres, sino también de observar sus actos y de escuchar y observar sus conversaciones con otros adultos. Así que si los padres fijan objetivos no realistas para su figura y peso, los niños pueden copiar su comportamiento, sin entender el contexto. Por ejemplo, los padres que hablan a favor de comer diversos alimentos y luego solo comen verduras y proteínas a la hora de la cena, pueden estar ejemplificando un mensaje distinto del que pretendían. El niño puede copiar evitar ciertos alimentos, por lo que ve de sus padres, pero para su cerebro en desarrollo, evitar nutrientes importantes podría provocar retrasos graves en el desarrollo y varios riesgos en su salud.
Así que ¿cómo puede asegurarse de que su estilo de vida más saludable no resultará perjudicial para sus hijos?
- Sea el ejemplo de un régimen de alimentación y ejercicio equilibrados para sus hijos. Evalúe sus decisiones y objetivos: ¿evitan estos por completo ciertos alimentos o se adhieren a un horario de ejercicio muy estricto? Si no quiere que sus hijos copien ese comportamiento, considere reevaluar sus parámetros de medición y éxito para que sean más realistas y flexibles.
- Evite utilizar ciertos términos y definiciones de «dieta» (como «calorías», «reducir grasa», etc.), que los niños pueden repetir y sobrevaluar. Además, evite frases unilaterales o extremas, como «Tengo que correr todas las mañanas», o «Nunca comeremos pastel en casa».
- Absténgase de vincular el consumo de ciertos alimentos con el comportamiento resultante: «Después de esta cena, ¡no puedo comer nada mañana!» O, «Voy a tener que correr 10 millas después de esta cena.» Sea un modelo de flexibilidad en cuanto a la alimentación y al ejercicio.
- Invite a sus hijos a participar en sus decisiones. Explíqueles por qué ha decidido cambiar sus comportamientos. Edúquelos sobre los nutrientes y el ejercicio, y sobre cómo ambos afectan al cuerpo. Invite a los niños a participar en comportamientos de un estilo de vida saludable, en la medida en que sea adecuado para su edad, preferencias y nivel de actividad. Por ejemplo, toda la familia puede ir a andar en bicicleta un fin de semana, pero los niños pequeños probablemente no podrán andar más de 10 millas y necesitarán parar más veces para descansar.
Organizar una vida más saludable y más gratificante es un objetivo positivo. Cuando todos los miembros de la familia entienden bien y disfrutan del cambio, es más probable que los comportamientos nuevos perduren y mejoren la calidad de vida de los padres y los hijos.
Shiri Sadeh-Sharvit, doctorado, es psicóloga e investigadora en el Programa de Investigación de trastornos de la alimentación de Stanford. Sadeh-Sharvit ahora está reclutando madres con historias de trastornos de la alimentación cuyos hijos tienen entre 1 y 5 años para un nuevo estudio de programa de crianza. Invitamos a los padres interesados en este programa a contactarla en su correo shiris@stanford.edu o en el teléfono 650-497-4949, para obtener más información.
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