
Si alguna vez ha metido la mano en un cubo de agua congelada, sabe de la superposición entre el frío y el dolor: ese dolor profundo y mordaz hace que quiera sacar la mano del agua, rápido. Pero mientras el valor protector de esa sensación es obvio, los científicos siempre se han sentido un poco desconcertados por la forma en la que los nervios que detectan el dolor registran las temperaturas frías.
Pero ahora, la investigación en una familia con una mutación genética extremadamente inusual puede ayudar a aclarar lo que está pasando. La mutación, cuyo descubrimiento fue reportado en línea esta semana en Nature, confiere una respuesta agudizada de dolor al frío. La investigación fue iniciada por genetistas de Stanford y la ampliaron científicos en tres universidades en Alemania que se especializan en síndromes de dolor hereditarios.
La historia empezó con una familia que trajo a su hija pequeña al Lucile Packard Children’s Hospital Stanford para recibir ayuda por sus episodios de dolor inusuales. Cuando hacía frío, experimentaba dolor en las articulaciones que se extendía hasta los brazos y las piernas. El dolor duraba de 20 a 30 minutos cada vez. El padre de la pequeña, la abuela paterna, la tía paterna, y una prima hermana (la hija de la tía) también experimentaban episodios de dolor similares, como el documento nuevo lo explica en detalle.
«Cuando la vimos, en verdad nos impresionó el hecho de que el dolor había pasado por varias generaciones de la familia», dijo uno de los autores del estudio, el Dr. Jon Bernstein, doctorado, genetista médico. El patrón de herencia hizo que Bernstein sospechara una enfermedad autosómica dominante en la que solo una mala copia del gen produce los síntomas. Aunque se describen varios síndromes de dolor hereditarios en la literatura médica, ninguno coincidía con el patrón exacto de síntomas que experimentaba esta familia, así que los médicos clínicos de Stanford pidieron a los científicos alemanes que descubrieran qué estaba pasando.
El equipo alemán buscó mutaciones raras que compartían la pequeña y su prima, y encontraron una en un gen que crea los códigos de un canal eléctrico en las membranas celulares nerviosas. (Los nervios transmiten señales eléctricas por medio de un flujo de iones cargados a través de diminutos conductos protéicos integrados en la membrana celular. Hay varios tipos de estos canales.) Los experimentos de los científicos demostraron que habían descubierto una mutación ganancia de función, en la que la proteína codificada en vez de no ser funcional altera lo que hace. En este caso, hay una substitución de un aminoácido por otro en la estructura del canal eléctrico afectado. Ese cambio provoca que los nervios que detectan el dolor se prendan a temperaturas frescas que la mayoría de las personas no consideran dolorosas.
El mismo canal eléctrico, Nav1.9, también se identificó como «un determinante clave de la sensación de dolor por frío» en un documento publicado a principios de este año que examinó su actividad en ratas y ratones. Ese estudio concluyó que el canal era importante para fijar el umbral de los animales de cuándo el frío empieza a doler y los hallazgos nuevos encajan muy bien con esto.
El equipo alemán planea seguir estudiando las dinámicas del canal para ayudar a aprender más sobre el umbral normal entre el frío y el dolor, dijo Bernstein. ¿En cuanto a él? «Tengo un enorme interés en trabajar con la siguiente familia cuyo caso es aun algo por resolver», me comentó.
Vía Scope
Foto de Chris Geatch
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- Erin Digitale
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