
Con su graduación justo a la vuelta de la esquina, un nuevo trabajo y planes para la universidad en el otoño, Megan Acaccia tiene mucho que celebrar.
Pero hace apenas un año, las cosas no se veían tan prometedoras para la joven de 18 años oriunda de San José. Con una estatura de 5 pies y 3 pulgadas y con un peso de más de 300 libras, Megan padecía de obesidad mórbida. Era tan acosada por su sobrepeso en la escuela que se quedó en casa durante un mes y sufrió episodios de vómitos, diarrea y sudores nocturnos. Requería de siete tipos de medicamentos diarios, luchaba contra la hipertensión, la artritis, el reflujo ácido, el síndrome de ovario poliquístico y la apnea obstructiva del sueño, todo como resultado de su exceso de peso.
“Si hacía una corta caminata, luego no era capaz de caminar durante tres días”, recuerda Megan, que probó todas las dietas del mundo. “El dolor en la espalda y en los tobillos era muy fuerte”.
Hoy Megan tiene una historia diferente.

En junio de 2011, Megan se realizó una cirugía bariátrica, el último recurso para pacientes que desean perder peso y han probado todo lo demás. Es por ello que asistió al Packard Children’s Hospital y al Center for Healthy Weight, donde se realizó en 2004 la primera cirugía bariátrica en un hospital infantil en California. El Packard Children’s Hospital es también el único hospital infantil en la Costa Oeste en ofrecer la manga gástrica, un procedimiento menos invasivo para adolescentes, introducido en 2010.
A través del procedimiento de manga gástrica, los médicos redujeron dramáticamente el tamaño del estómago de Megan, extrajeron la parte del estómago que genera la hormona del hambre y retrasaron el vaciamiento gástrico, lo que quiere decir que Megan ahora se siente completamente llena, aún después de comer una pequeña cantidad de comida. “Imagine que el estómago es una bolsa. Lo transformamos en un tubo largo del tamaño de una banana”, explica el Dr. Matías Bruzoni, cirujano general pediátrico en Packard Children’s Hospital, que lideró el equipo quirúrgico que extrajo cerca de dos tercios del estómago de Megan durante la operación.
Megan tenía muchas cosas que hacer para prepararse para la operación. Mensualmente tenía citas con una dietista, un trabajador social, un fisioterapeuta físico, un médico y un psicólogo en el Packard Children’s Hospital. Su familia aprendió a modificar su estilo de vida para brindarle apoyo a Megan en sus metas, con consejos sobre la dieta y los ejercicios, así sobre cómo preparar comidas sanas.
Hoy Megan corre tres millas en bicicleta cada día, sube las más empinadas colinas del Área de la Bahía y compra ropa nueva. Después de perder más de 100 libras, sus medicamentos han sido reemplazados por una sencilla vitamina diaria, y ya no necesita una máscara de presión positiva de aire continuo para dormir. Su nuevo estilo de vida saludable también ha inspirado a su madre, su hermana y a su hermano a perder un peso combinado de 150 libras.
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- Stanford Medicine Children's Health
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