Karina Barger y su esposo David Goldman notaron algo inusual en su hijo de dos meses, Bobby. Veía hacia la izquierda constantemente y no podía mover los ojos para ver de frente. Barger se sintió algo «avergonzada» al llamar para hacer una cita con el médico sobre lo que podía ser un síntoma poco grave, pero la pareja tenía la sensación de que su hijo podría tener algo grave.
El Dr. Todd Dwelle, pediatra de Bobby del Pediatric Group of Monterey —parte de la red de atención de Stanford Medicine Children’s Health— los recibió un par de horas después de que llamaran al consultorio. En la cita, el Dr. Dwelle levantó a Bobby, giró con él y notó que sus ojos no seguían el consultorio.
«No era un movimiento de ojos normal», comenta el Dr. Dwelle, quien llamó a un neurólogo local y habló con él sobre los síntomas de Bobby mientras Bobby seguía en el consultorio. Decidieron que había que revisar a Bobby de inmediato. El Dr. Dwelle llamó al Departamento de urgencias pediátricas de Stanford Health Care para avisarles que la familia iba para allá.
«Tengo cuatro hijos», comenta Barger. «Soy una madre que trabaja y soy maestra. He visto de todo. No traigo a mi hijo al doctor por cualquier cosa». Barger consideró que el Dr. Dwelle fue sensible a la urgencia del momento y a la necesidad de la familia de una guía clara y compasiva. «Dijo, ‘Necesitan subirse al carro e irse directo a Stanford. No vayan a casa.’ Creo que sabía que me lo tenía que decir justo así para que lo tomara en serio».
La familia se fue directo al departamento de urgencias. Cuando llegaron, los esperaban una enfermera y un doctor. «El hecho de que el Dr. Dwelle pudiera llamar de antemano para que nos estuvieran esperando cuando llegáramos nos tranquilizó. Sabían que íbamos para allá, y sabían exactamente qué esperar cuando entramos por la puerta». Después del examen inicial, Bobby fue hospitalizado en el Lucile Packard Children’s Hospital Stanford, en donde le sacaron una RM que reveló un quiste aracnoideo. El quiste estaba ubicado en la glándula pituitaria, que había estado poniendo presión sobre el nervio óptico.
Antes de jubilarse, el Dr. Michael Edwards, del equipo de neurocirugía pediátrica, realizó la cirugía para drenar el quiste. “El Dr. Edwards fue totalmente increíble», comenta Barger. Los padres de Bobby estaban encantados de saber que el tumor era benigno, pero también entendieron lo grave que había sido el riesgo. La presión que ponía el quiste en la glándula pituitaria pudo haber provocado que se le detuviera la respiración, y —con haber esperado unos días más para que revisaran a Bobby— pudo haber perdido la vista.
Aunque estaba de vacaciones, el Dr. Dwelle llamó con frecuencia a la unidad de cuidados intensivos para revisar cómo estaba Bobby mientras se recuperaba. Pronto autorizaron a la familia irse a casa.
El Dr. Dwelle dice que la relación estrecha entre Stanford Medicine Children’s Health, el Pediatric Group of Monterey y el Lucile Packard Children’s Hospital Stanford garantizó una comunicación continua entre todas las especialidades implicadas. Agregó que esta vinculación estrecha también facilitó las cosas a la familia. «Bobby y sus padres no tuvieron que manejar hasta Stanford para revisiones frecuentes gracias a la presencia local aquí», comenta Dwelle.
Barger cree que una de las razones por las que el resultado de Bobby ha sido tan satisfactorio es la coordinación que hubo entre el Dr. Dwelle y toda la red de especialistas de Stanford Medicine Children’s Health. «Conocía el sistema lo suficientemente bien para enviarnos a Packard Children’s, en donde recibiríamos la atención precisa que Bobby necesitaba». Agregó que la coordinación de servicios dentro de la red facilitó mucho a su familia sobrellevar la situación difícil y recuperarse con éxito de la misma.
Dwelle también cree que la comunicación fluida entre su consultorio y la red de Stanford Medicine Children’s Health y la capacidad de hacer preguntas en tiempo real son grandes ventajas. «La capacidad que tienen los especialistas de Stanford de manejar las cosas de manera rápida en tiempo real nos ayuda como pediatras a dar ese nivel de atención de especialidad a más personas en nuestra comunidad».
Bobby está totalmente recuperado y es un bebé de 13 meses sano y que solo tiene una pequeña cicatriz alrededor de la cabeza por la cirugía. Está caminando y hablando y en vez de solo mirar hacia la derecha, está viendo en todas direcciones.
Barger dice que la familia ha estado «increíblemente feliz» con toda la red de Stanford Medicine Children’s Health. «Es bueno que solo sea un sistema en el que nos hemos podido mantener. Y no es cualquier sistema, sino el mejor del mundo. No pudo haber tenido un mejor final para nuestra familia».