Cuando se rodeen de Papá Noel y familia en Navidad, Addie y Max Graham celebrarán mucho más que solo un carrito rojo nuevo y el cumpleaños del sábado pasado. También celebrarán un regalo de vida que está para siempre envuelto en el amor de sus padres.
«No pensamos dos veces el donar un riñón a nuestros hijos», comentó mamá y maestra de noveno grado, Stephanie Graham de Houston, quien le dio uno de sus riñones a Addie en un trasplante de «donante vivo» en mayo pasado en Stanford Hospital & Clinics y Lucile Packard Children’s Hospital. Luego, a principios de este mes, el 11 de diciembre, papá Al le donó un riñón a su hijo Max. «Estuvimos encantados de descubrir que éramos compatibles y podíamos salvarle la vida a nuestros bebés», comentó Al.
Addie y Max nacieron con nueve semanas de anticipación el 22 de diciembre del 2010 en Houston, y sus padres eran primerizos. Pero los análisis mostraron un trastorno en la orina de los bebés llamado síndrome nefrótico congénito. Esto llevó a más de ocho meses en una unidad de cuidados intensivos neonatales en Texas. Además, los dos tenían deficiencias auditivas y Max tenía parálisis cerebral. Finalmente en casa, los niños tuvieron que soportar diálisis de riñón de 14 a 20 horas al día.
Mientras tanto, fueron sometidos a innumerables cirugías y momentos cercanos a la muerte. Los dos niños necesitaban desesperadamente un trasplante de riñón. Desafortunadamente, casi ninguno de los centros de trasplantes tenía experiencia en el trasplante de niños que pesan menos de 15 kilogramos (alrededor de 33 lbs). Tanto Addie como Max eran más pequeños. En ese momento fue cuando los Graham encontraron al equipo de nefrología y trasplantes de riñón del Packard Children’s, uno de los tres principales en Estados Unidos en volumen, resultados y tratamiento. «Contamos con experiencia y éxito excepcionales en trasplantes en niños más pequeños como Addie y Max», comentó la enfermera titulada, Gerri James, coordinadora de trasplantes de riñón.
El 8 de mayo de este año, el Dr. Waldo Concepcion, cirujano, realizó una función doble al extirparle a Stephanie uno de sus riñones en el Stanford Hospital y luego correr a Packard Children’s para darle a Addie el riñón sano de su mamá. La salud de Addie cambió radicalmente. «Después, Addie empezó a caminar por primera vez», comentó Stephanie.
Luego, Al pasó por el mismo ejercicio de salvar la vida. La Dra. Amy Gallo, dirigió la cirugía de Al en el Stanford Hospital y el Dr. Concepción recibió el riñón de Al para la cirugía de Max en Packard Children’s.
Stephanie y Al están más que felices de que ahora sus hijos pueden vivir, aunque todavía hay desafíos con la audición y la parálisis cerebral. Pero ambos padres son educadores y esta experiencia les da más propósito que nunca. Creemos que mamá lo expresa mejor en su extraordinario blog, Medicinas, locura y milagros.
«Tal vez porque soy maestra, sé que quiero enseñar a otras personas sobre Addie y Max», escribió Stephanie. «Quiero educar a la gente sobre niños con discapacidades, quiero abogar por mis hijos y por otros niños como ellos y sobretodo, quiero utilizar mis palabras y mi historia para enseñar a todos lo hermosos, increíbles y fuertes que son Addie y Max».